Hace unos días encontré unas notas sobre un trabajo de restauración que llevé a cabo para la universidad sobre el Palacio de la Aduana. Como edificio malagueño destacado, he decidido compartir esas notas y crear mi ilustración molona para la ocasión.
Concebido como aduana, a lo largo de su historia, ha desempeñado casi todas las tareas que se refieren al estado, y por muy poco tiempo el trabajo para lo que fue diseñado.
Su construcción supone la introducción en Málaga de la estética clasicista. Un enorme bloque de arquitectura maciza ejemplo del arte oficial que se dio en el reinado de Carlos III.
El edificio lo proyectó, en 1787, el arquitecto Manuel Martín
Rodríguez, después de que fuese aprobado por Carlos III. La obra se
inició en el año 1791 y concluyó en el 1829.
Su estilo
es del gusto de los palacios italianos del siglo XVII. En la fachada se
utilizó elementos renacentistas como el almohadillado y la alternancia
de frontones triangulares y curvos en las ventanas del piso principal.
Las fachadas están compuestas por un cuerpo central y dos laterales
levemente resaltados. Se trata de un edificio exento de cuatro cuerpos.
Al interior se accede a través de dos puertas principales, una situada
al sur y otra al oeste, por la que se pasa a un enorme zaguán compuesto
por pilares de cantería y doce arcos con bóvedas baídas, en los
laterales del zaguán nos encontramos con unas escaleras de mármol. Posee
cuatro crujías entorno a un patio central porticado en sus dos primeros
pisos, retranqueándose en el tercero para dar cabida a una galería
abierta con antepecho en forma de balaustrada calada, que de tramo en
tramo tiene muretes cúbicos rematados por bustos romanos. Sobre este
piso se disponía el ático con ventanas cuadradas y un tejado en doble
vertiente. En el centro del patio se sitúa una fuente, rodeada de un
claustro con veinte arcos.
En el siglo XIX, una vez
conclusa, no entró a funcionar como Aduana, sino como Real Fábrica de
Tabacos. También sirvió como residencia de los reyes durante sus visitas
a la ciudad.
En abril de 1922, hubo un incendio que
se originó en las buhardillas que ocupaban las familias de los porteros y
subalternos de los distintos servicios oficiales allí ubicados, y que
destruyó los tejados de madera. Tras sanearlos, las cubiertas inclinadas
se sustituyeron por terrazas.
Actualmente se están llevando a cabo las obras de rehabilitación del Palacio para que se convierta en la sede del Museo de Bellas Artes y Arqueología de Málaga, prevista inicialmente para este año, y se ha recuperado el perfil original del edificio con una cubierta a dos aguas.
Espero que no se demoren más las obras y abra pronto al público, para poder disfrutar de este maravilloso edificio público.