domingo, 17 de abril de 2016

Málaga mola: La Alcazaba y el Teatro Romano

Con la de lugares que me quedan por ilustrar de mi Málaga bella, después de tantos meses no podía sino retomar mi colección con el que más encanto tiene, al menos para mí, y es el conjunto monumental de la Alcazaba y el Teatro Romano desde calle Alcazabilla. Estos dos edificios no pueden entenderse a día de hoy el uno sin el otro, pero para ello hay que conocer su historia.

El Teatro Romano fue resultado de la consolidación y romanización de la villa tras su conquista. El emperador Cesar Augusto promovió la construcción de esta edificación en el siglo I a.C. junto con la del puerto debido a las buenas circunstancias socioeconómicas que disfrutaba Malaca. El enclave elegido fue la ladera meridional de un cerro, el conocido como de La Alcazaba, promontorio en el que ya en época fenicio-púnica había estado asentada parte de la ciudad. Constando de cávea, orchestra y proscaenium, este edificio escénico se organizaba de acuerdo a una planta mixtilínea bastante compleja en el conjunto de teatros hispanos, con tres exedras semicirculares que alojaban otras tantas puertas. Sin embargo, en un momento indeterminado del siglo III d.C., el uso de este edificio se abandonó y el área sufrió una transformación, convirtiéndose en zona industrial para producción de conservas y salazones. Todo esto hizo inevitable el expolio intensivo del teatro como cantera de material constructivo de acarreo, hasta que debido a la ocupación intensiva de la zona se terminó ocultando. Fue en 1951, durante las obras de los jardines de la Casa de la Cultura, construida entre 1940 y 1942, cuando se descubrieron los primeros indicios de su existencia. A partir de ese momento se inician las excavaciones, que terminaron con la demolición del inmueble para poder valorar el teatro dentro de los programas culturales (Plan de Andalucía 92) con motivo de la Exposición Universal de Sevilla.

Por otro lado, en época musulmana, entre 1057 y 1063, se construyó a los pies del monte Gibralfaro un palacio fortaleza que se llamó Alcazaba, utilizando para ello columnas y capiteles del teatro romano anexo. Por ella pasaron Almorávides y Almohades, pero fue con la conquista de Muhamad II Ben al-Ahmar cuando decidió reformarse y conferirle carácter de edificación nazarí. Conjuga las necesidades de defensa con la belleza de un palacio árabe organizado a base de patios rectangulares y crujías en torno con sus jardines y estanques, y sus estancias buscaban en los interiores la alternancia y juego de luces y sombras. Además su componente militar la convierte en una de las obras más importantes musulmanas conservada en España. Consta de elementos defensivos como matacanas, torres albarranas con saeteras y murallas almenadas, pero su situación estratégica que permitía el dominio de la ciudad y la bahía, era su mejor defensa. Con buen estado de conservación hasta 1675, con el paso de los años, la ciudadela padeció un largo proceso de deterioro, siendo dramáticos el terremoto de 1680 y el bombardeo de buques franceses desde la bahía en 1693 durante la Guerra de los Nueve Años. En las primeras décadas del siglo XX, comienzan los trabajos de rehabilitación a cargo del crítico de arte Ricardo de Orueta, los arquitectos Gonzáliz Edo, Torres Balbás, Fernando Guerrero-Strachan Rosado y Prieto Moreno, y el investigador y académico Juan Tembouri, todos bajo el auspicio del gobernador civil Emilio Lamo Espinosa.


Hoy día este conjunto monumental es reflejo e imagen de la historia de mi ciudad, y por eso, este rincón es uno de mis favoritos.

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